Cosas cotidianas, sencillas. Cosas que probablemente no repares si no se da una situación nueva que te evoca a la anterior.
Por ejemplo, ayer mismo. Luna llena sobre las cuatro grandes columnas del Montjüic, siempre ahí pero distintas con un baño perlino de luz.
Hoy. La misma de siempre, en un lugar distinto. Pero sería incapaz de ser yo misma sin ese círculo de circunstancias cotidianas que aunque probablemente en su día no reparé en ellas, construyeron lo que soy. Incluso ahora, palpando estas teclas, construyen un trocito de mí.
Pero nunca olvidaré la familia que me dio una educación y unas bases, los amigos que me hicieron sonreir y quererlos por quienes son, al amor de mi vida con el que supe lo que es la vivacidad de este mundo y con el que quiero seguir compartiéndola hasta el fin de mis días. Tampoco aquellos que subieron al tren y bajaron en la siguiente parada, no sin antes regalarme una sonrisa de respeto y afecto, o aquellos que algún día me dieron un quebradero de cabeza y me hicieron meditar al respecto.
Todos, como gotas de agua, hacen el océano que hoy en día somos. Y me gusta pensar que esto es la madurez.O quizá no. Ya tendré tiempo.
Creo que no puedo hacer otra cosa sino agradecer por ello.
Soy una chica normal pero, al igual que todo ser vivo, el pilar de un círculo inmenso.
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